Gracias a la adaptación que realizó el guionista Anthony Peckham del libro "Playing the enemy" de John Carlin hemos podido disfrutar de una película de las que da gusto ver.
Quizá los 134 minutos que dura se hagan un poco pesados en algún que otro momento, pero gracias al trabajo que realizan tanto Morgan Freeman (Nelson Mandela) como Matt Damon (Jacobus FranÇois Pienaar) esos momentos se quedan en el olvido.
(SPOILER)
Durante toda la película no hay ni una sola escena en la que no haya alguna referencia histórica y cultural maravillosamente insertada. Referencias muy visuales que nos muestran cómo era la realidad de Sudáfrica en aquellos años y de cómo poco a poco los dos "bandos", los blancos y los negros, se fueron fusionando. Muestra de ello es la imagen inicial en la que vemos a un grupo de refinados niños blancos entrenando a Rugby en un campo perfectamente cuidado, y al otro lado de la carretera detrás de una valla a medio caer y un campo de barro seco, un grupo de niños negros juegado a fútbol con un balón destrozado.
Según avanza al historia distinguimos tres subtramas. La primera, la relación entre Jacobus y su padre, al que no le gusta lo más mínimo que Nelson haya llegado a la presidencia. La segunda, los problemas familiares de Nelson Mandela con sus hijos y sus problemas de salud. Y por último la relación entre los guardaespaldas de raza negra y blanca que velan por la seguridad del presidente sudafricano.
Estas tres subtramas tienen la presencia justa y necesaria en la película. Puede que a algunos les parezca escasa la aparición de la hija de Mandela y vea necesario que hubiésemos visto a la esposa. Si esto hubiese sido así la fuerza dramática que aporta el hecho de que nosotras tampoco veamos apenas a la hija y no seamos capaces de poner cara a la mujer, se perdería por completo. Gracias a que esto es así podemos ponernos en la piel del propio Nelson Mandela y saber mejor cómo se sentía ya que ni siquiera nosotros hemos podido conocer eso que el tanto añoraba.
Por último quisiera recalcar el trabajo de uno de los niños de color que participan en el film. No aparece mas que dos veces durante todo el largo pero sólo con esas dos pinceladas son capaces de enseñarnos cómo cambió la visión de los sudafricanos autóctonos hacia los blancos y su cultura.
La primera vez que vemos al niño, antes de llegar a la mitad de la película, es cuando una señora blanca le regala con toda su ilusión, y diciéndole lo afortunado que es, una camiseta de los Springboks. El niño lo mira con tal desprecio que se va sin aceptar el regalo porque sabe que si sus amigos le ven con esa camiseta le pegarán. La siguiente vez que le vemos es durante el partido final donde el chico se acerca disimuladamente a un coche de policía para poder escuchar el partido por la radio y celebra la victoria como si de un auténtico fanático del rugby se tratara.
En definitiva Invictus es una gran película digna de ser vista en las mejores salas de cine, tal y como los demuestran las dos nominaciones a los Oscar que recibieron los actores principales y las 3 nominaciones a los Globos de Oro al director y, una vez más, a los dos actores principales.
8/10